Muchas cosas han pasado desde la última vez que hice una salida como Dios manda. Tuvo que ser mi gran amigo y compañero de alguna que otra fatiga ciclista Nach, el que me recordara lo que se siente al volver a tener la sensación de libertad que te da el poder pedalear sin saber a dónde te llevan las ruedas de tu olvidada amiga, cuestas que antaño subiría sin ningún tipo de problema hoy me parecían paredes, pero no pasa nada, después de este ruta, creo que puedo decir sin miedo alguno que hoy he vuelto para quedarme (eso espero).
Dejémonos de ñoñerías y comencemos a describir la ruta, y es fácil esta vez, tan solo explicarla, como decía aquel, en dos palabras: "im-precionante", ruta para todo aquel que quiera ver bosques, aldeas, agua, en definitiva, naturaleza en todo su esplendor, no es dura, es una subida constante que me recuerda bastante a lo que podría ser la subida a Revalsadores, es una subida tendida que permite que aquellos que no estén al 100% puedan disfrutar de la ruta, aunque claro está que para ello hay que sufrir.
Llegamos al aparcamiento que hay antes de llegar al pueblo de Tuejar siguiendo las señales de Azud de Tuejar, viendo el plano que hay en el propio aparcamiento podemos ver la gran cantidad de rutas que hay por la zona, elegimos para hoy la 14, aviso que no hay problema para seguir la ruta, casi no es necesario llevar GPS ya que el camino está perfectamente indicado en cada bifurcación.
Empezamos a subir de forma tranquila por la rambla de Arquela hasta que llegamos al nevero que descansa recostado al abrigo de la ladera tapizada de un frondoso bosque de pinos, esperando, supongo, con anhelo aquellos tiempos en los que por estas fechas el blanco manto cubría los parajes que visitamos.
Es esta primera parte una zona de pista ancha que combina trechos de ligera y agradable subida y falsos llanos que van minando de fuerzas mis desacostumbradas piernas. Sin darnos cuenta, al mirar atrás podemos ver cómo vamos ascendiendo.
Vamos pasando zonas de gran frondosidad en las que difícilmente los rayos del sol pueden llegar a calentar, la tierra húmeda por el rocío mañanero impiden que nuestras ruedas levanten polvo alguno que hace que nuestro pedalear sea más cómodo.
Cumplimos el primer tercio de la ruta llegando al pueblo de Ahillas, allí bordeamos el río que cruza el pueblo y al llegar a una de las fuentes pasamos por el puente para seguir el camino, pedalada a pedalada vamos dejando el pueblo atrás y viéndolo cada vez más pequeño.
Es momento de hacer un pequeño alto en el camino y mirar hacia atrás y hacernos una idea del motivo por el que las piernas empiezan a reprocharme el esfuerzo al que les estoy sometiendo después de tanto tiempo.
Nos cruzamos con los hermanos mayores con motor de nuestras compañeras de fatigas, los saludamos y seguimos ascendiendo.
Alcanzamos una zona de camino que más bien parece una autopista por lo liso del terreno que nos conduce al único tramo asfaltado que tocaremos, carretera estrecha que asciende lentamente y que nos muestra la cota más alta a la que queremos llegar, una cota que nos nuestra una subida larga y tendida que finaliza de forma abrupta en una pared escarpada que haría las delicias de los escaladores más lanzados.
Cuando llegamos a la misma altura de las antenas llega una vertiginosa bajada por asfalto que se convierte en el punto más peligroso de la jornada ya que las ruedas han ido cogiendo humedad y llegado el momento de girar y frenar nos da algún susto que otro.
Abandonamos, por fin, el asfalto y emprendemos la subida más dura de la jornada, es aquí donde la inactividad se hace más patente tanto en mí como en mi bici, faltan piernas, la cadena se sale, esta cuesta que no acaba, yo ésto antes lo subía marcha atrás.... y esas cosas que pasan por la cabeza mientras tiras de todo lo que tienes para no poner pie en tierra y tirar la bici por el acantilado más próximo.
Nacho llega primero y me espera casi sin sudar en la cima, una vez allí se te olvidan todos los sufrimientos que has tenido que pasar, la cara de esfuerzo se torna en sonrisa al llegar y ver el paisaje que aguarda paciente a ser devorado por nuestro ojos que no dan a vasto ante tanta información.
Montañas y más montaña a un lado, caminos esperando a que algún días los rodemos, focos de humo de labradores quemando rastrojos, Chelva al fondo y mirando abajo vemos la carretea que serpentea hacia arriba y nos muestra el devenir de un esforzado pelotón de ciclistas que más tarde nos encontraremos al bajar.
En la cima aprovechamos para descansar y reponer energías con una "copioso" almuerzo como corresponde, visitamos la pequeña torre que corona la cima, no se la historia de la torre, parece el típico puesto de vigía pero los ladrillo que se llegan a ver me hace pensar que o es un mero adorno, o que cuando la reconstruyeron no pusieron mucho entusiasmo en la tarea, de todos modos subimos para poder observar las vistas que nos ofrece ese punto más elevado.
Sea como sea, ha llegado el momento de emprender la bajada y vengarse de todo lo subido, tomamos el camino de vuelta pero no todo va a ser fácil, llegamos a una zona de trialera espectacular, piedras sueltas, escalones, y el último kilómetro no apto para cardiacos.
He de reconocer que en alguna parte hemos puesto pie a tierra por lo difícil del terreno, pero nada, no hay problema retomamos los pedales y no soy capaz de borrar la sonrisa que adorna mi cansada cara.
En definitiva, dolor de piernas (la próxima me vengaré), dolor de cuello y dolor de alma, pero a pesar de todo eso soy incapaz de borrar las sensaciones que he tenido y las que volveré a tener más a menudo encima de la que unos consideran un potro de tortura y otros la consideramos como la perfecta compañera de viaje que nos presenta lugares con los que tan sólo esperaríamos encontrar en nuestros mejores sueños.
Gracias Nach por recordármelo.
Finalmente una ruta recomendable fácil, de pistas anchas y dulces subidas, con la guinda final de un descenso exigente, con un IBP de 48 y un ascenso acumulado de 729, nos has permitido llegar a los 1050 metros de altura.
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