Me enfundo en la ropa, me subo la braga hasta las orejas y cojo la hoy prestada bici de mi cuñado para quitarle un poco de polvo y añadirle algo de barro.
Empiezo bajando por la carretera que une Yesa con Javier, no sin antes hacer una pequeña parada de rigor para llenar el bidón con el agua fresca de la la fuente. A medida que me acerco a Javier veo una niebla más que espesa que me impide ver el final del puerto, mi idea primaria era la de ir a Sangüesa por el camino del papa, pero ante tal espectáculo me meto de cabeza en la niebla que envuelve el puerto, dejando el camino y el castillo de Javier para otra ocasión.
Como siempre, lo peor del puerto es el comienzo, las tres primeras curvas se hacen duras, a partir de ahí la cosa es más tranquila y puedes llegar a subir con ritmo.
Una vez llegado al puerto lo que veo me hace confirmar mis sospechas de que la elección que he tomado ha sido la correcta.
No veo nada más que una gran nube bajo mis pies, no hay rastro de los caminos que recorren el canal de Yesa, me paro a contemplar la estampa y la inmortalizo en mi retina y como no, en la cámara del móvil.
Sigo con la idea de cruzar el camino del papa, así que doy media vuelta para repetir el camino hecho pero de vuelta, pero por el rabillo del ojo veo un camino de piedras que se mete hacia el bosque y es ene momento donde todo lo planeado se va al traste. La cabra tira al monte y esta cabra aún no ha catado piedra y ya estamos en el km 8, así que sin dudarlo, me dirijo hacia el camino que en un principio bordea la carretera tras un primer ascenso y un ligero descenso, poco a poco va separándose y me va mostrando a mi derecha el londinense paisaje que esconde el barranco de la Torreta que he recorrido en otras ocasiones aunque con una mejor visibilidad.
Entre nieblas, piedrecitas, huellas de jabalí y la excitación de haber encontrado un camino nuevo para mí, transcurre el camino hasta que de repente, el suelo desaparece ante mis pies en forma de bajada espeluznante, así que culo atrás y a bajar se ha dicho.
Emprendo una serie de dos o tres bajadas asesinas, de las que sólo se bajan pero no se suben has que alcanzo la carretera (por llamarla así) que circula por el canal y me dirijo hacia Javier con la idea fija de ir hacia el camino del papa, pero hoy no es el día.
Frente a mí veo un camino que me dirige hacia una montaña, un camino que hace tiempo quiero explorar, así que, a subir se ha dicho, emprendo una subida larga y con poco descanso, son cerca de 7 kilómetros con una pendiente constante y zonas de falso llano aderezadas con barro y el poco respeto de los cazadores por mantener los caminos con un firme decente que hacen que la subida se vaya endureciendo con el paso de los metros.
Cruzo a zonas conocidas y ya surcadas con lo que al final me decido por acabar una ruta que hace tiempo me quedé con las ganas, emprendo un tobogán que no soy capaz de subir en sus últimos 100 metros que me lleva a un balcón que me corta la respiración. Frente a mí veo el pantano de Yesa y al fondo con sus cumbres nevadas, los Pirineos me saludan y me retan con una sugerente llamada para una próxima vez.
Sigo el camino y alcanzo unas antenas situadas en el alto de las Ripas, el camino sigue pero la falta de tiempo y el desconocimiento de la zona me impide seguir por él (tras ver el track sobre el google earth, sí que parece que el camino enlaza con la el que tomo aunque no se realmente si será o no ciclable), así que emprendo la vuelta por el camino que conozco como el de los faisanes por una granja de faisanes que se encontraba en él, aunque realmente se llama el camino del pazo.
Ya en la carretera de nuevo me queda la última cuesta que me llevará a Yesa y acabo la ruta con la alegría y el disfrute de haber descubierto nuevos caminos.
Finalmente son casi 25 km con un IBP de 51, un ascenso acumulado de 707 metros y una cota máxima de 853 metros alcanzada en el alto de las Ripas.
Track aquí.
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