viernes, 30 de diciembre de 2016

Yesa-Javier-Canal-Antenas

Abre la mañana con un sol que no es propio para la época del año en la que estamos ni para la zona en la que hoy me encuentro, ahora sí, al salir a la calle la temperatura me de de bruces con la realidad. ¡Pero que frío hace, leche!
Me enfundo en la ropa, me subo la braga hasta las orejas y cojo la hoy prestada bici de mi cuñado para quitarle un poco de polvo y añadirle algo de barro.
Empiezo bajando por la carretera que une Yesa con Javier, no sin antes hacer una pequeña parada de rigor para llenar el bidón con el agua fresca de la la fuente. A medida que me acerco a Javier veo una niebla más que espesa que me impide ver el final del puerto, mi idea primaria era la de ir a Sangüesa por el camino del papa, pero ante tal espectáculo me meto de cabeza en la niebla que envuelve el puerto, dejando el camino y el castillo de Javier para otra ocasión.

Como siempre, lo peor del puerto es el comienzo, las tres primeras curvas se hacen duras, a partir de ahí la cosa es más tranquila y puedes llegar a subir con ritmo.
Una vez llegado al puerto lo que veo me hace confirmar mis sospechas de que la elección que he tomado ha sido la correcta.

No veo nada más que una gran nube bajo mis pies, no hay rastro de los caminos que recorren el canal de Yesa, me paro a contemplar la estampa y la inmortalizo en mi retina y como no, en la cámara del móvil.






Sigo con la idea de cruzar el camino del papa, así que doy media vuelta para repetir el camino hecho pero de vuelta, pero por el rabillo del ojo veo un camino de piedras que se mete hacia el bosque y es ene momento donde todo lo planeado se va al traste. La cabra tira al monte y esta cabra aún no ha catado piedra y ya estamos en el km 8, así que sin dudarlo, me dirijo hacia el camino que en un principio bordea la carretera tras un primer ascenso y un ligero descenso, poco a poco va separándose y me va mostrando a mi derecha el londinense paisaje que esconde el barranco de la Torreta que he recorrido en otras ocasiones aunque con una mejor visibilidad.
Entre nieblas, piedrecitas, huellas de jabalí y la excitación de haber encontrado un camino nuevo para mí, transcurre el camino hasta que de repente, el suelo desaparece ante mis pies en forma de bajada espeluznante, así que culo atrás y a bajar se ha dicho.

Emprendo una serie de dos o tres bajadas asesinas, de las que sólo se bajan pero no se suben has que alcanzo la carretera (por llamarla así) que circula por el canal y me dirijo hacia Javier con la idea fija de ir hacia el camino del papa, pero hoy no es el día.
Frente a mí veo un camino que me dirige hacia una montaña, un camino que hace tiempo quiero explorar, así que, a subir se ha dicho, emprendo una subida larga y con poco descanso, son cerca de 7 kilómetros con una pendiente constante y zonas de falso llano aderezadas con barro y el poco respeto de los cazadores por mantener los caminos con un firme decente que hacen que la subida se vaya endureciendo con el paso de los metros.

Cruzo a zonas conocidas y ya surcadas con lo que al final me decido por acabar una ruta que hace tiempo me quedé con las ganas, emprendo un tobogán que no soy capaz de subir en sus últimos 100 metros que me lleva a un balcón que me corta la respiración. Frente a mí veo el pantano de Yesa y al fondo con sus cumbres nevadas, los Pirineos me saludan y me retan con una sugerente llamada para una próxima vez.

Sigo el camino y alcanzo unas antenas situadas en el alto de las Ripas, el camino sigue pero la falta de tiempo y el desconocimiento de la zona me impide seguir por él (tras ver el track sobre el google earth, sí que parece que el camino enlaza con la el que tomo aunque no se realmente si será o no ciclable), así que emprendo la vuelta por el camino que conozco como el de los faisanes por una granja de faisanes que se encontraba en él, aunque realmente se llama el camino del pazo.
Ya en la carretera de nuevo me queda la última cuesta que me llevará a Yesa y acabo la ruta con la alegría y el disfrute de haber descubierto nuevos caminos.
Finalmente son casi 25 km con un IBP de 51, un ascenso acumulado de 707 metros y una cota máxima de 853 metros alcanzada en el alto de las Ripas.
Track aquí.
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lunes, 31 de octubre de 2016

Fuentes del Enebro, la Alhóndiga y pico Hierbas de Xiva

Qué decir de una ruta que me ha exprimido hasta la saciedad.
Ha sido una ruta dura, sobretodo al principio, demasiado asfalto para mi gusto, pero que al finalizar la jornada te deja una sonrisa dibujada en la cara y el pensamiento irremediable de que hay que volver.
La idea de hacer esta ruta surge de hace mucho tiempo, tanto como que el asfalto que hemos pisado hoy era un terreno pedregoso antaño, recordaba la fuente del Enebro con cariño ya que fue una de las últimas rutas que hice con la peña de montaña de Ribarroja, por aquel entonces nos quedamos en la fuente, otros valientes subieron hasta el Cuco.

La idea era hacer la ruta que hemos hecho y volver por el Cuco y la Nevera, pero la falta de tiempo y sobretodo de piernas del 50% del grupo, o sea yo, nos han hecho desistir y volver por el mismo sitio y así visitar las fuentes que nos habíamos dejado en la subida.
Dejamos los coches y emprendemos el camino que nos lleva al Enebro, yo lo recordaba de otra manera, por aquel entonces era un terreno pedregoso que se te agarraba a la rueda pero de dejaba ciclar con calma. Hoy la sensación era de ir por otro sitio que la otra vez, la sensación era de estar perdido, estaba esperando en todo momento ahora dejamos el asfalto y en breve comenzamos el trozo de tierra, pero nada, algunos flashes me levaban a la primera vez que subí, como la casa que da entrada a la fuente del Enebro pero andaba despistado, despistado y medio arrastrándome, ya en las primeras cuestas me he dado cuenta que el motor no tiraba, la alergia al asfalto se estaba traduciendo en un rodar pesado y en un no encontrar para nada una cadencia que me ayudase, pronto le he dicho a Nacho que tirase hacia arriba, me sabía mal frenar su ritmo, las piernas me pesaban, la cabeza gacha, y sin platos ni piños que gastar, seguía la estela lejana que me dejaba el otro 50% cuya silueta se dibujaba en la lontananza.















Pasando el desvío que indicaba la cercana presencia de la Alhóndiga, empieza la parte más dura de la ruta con un giro de esos de más de 90 grados a la derecha que te hacen plantearte los diferentes y locos motivos que te llevan a practicar este deporte...

Mis malas sensaciones se refrendan en forma de pinchazo en la espalda, esta claro que estoy tirando de todo lo que tengo, ya no son las piernas las que tiran, tira la espalda y eso sólo puede decir una cosa, déjalo, pero para qué dejarlo, pudiendo sufrir un poco más, Nace espera paciente en el desvío del track al que llego no se como y me tumbo en el dulce manto del asfalto, no siento, no oigo, solo quiero recuperar fuerzas. Medio plátano compartido hace que recupera las fuerzas y seguimos hacia arriba hasta legar a la falte de Oratillos, donde estuvimos al principio de la primavera, las piernas han recuperado algo su tono y la cabeza también, seguimos ahora ya por fin por terreno montañoso y es como si el retomar el contacto con piedras y tierra renovara las fuerzas, emprendemos la pequeña subida que resta hacia uno de los balcones más espectaculares que nos ofrece la naturaleza, pasamos por las hoces del Turia, donde nos sentamos en los bancos que hay, sólo disfrutar el paisaje que tenemos ante nosotros vale la pena.

Una vez arriba nos dejamos abrazar por los rayos del sol, ¿he dicho que he sufrido hoy? ya no, ya me he olvidado, es ahora al juntarnos con otro esforzado ciclista que nos cuenta que la subida fue asfaltada hace unos años, nos empieza a señalar picos, el Penyagolosa al fondo, sierra Martés ahí detrás....

es lo que tiene estar en el 1000 más cercano a Valencia, estoy convencido que si fuera por la bruma que cubre el litoral, hasta Les Columbretes se verían.


Emprendemos bajada por una senda que nos señala Garminito, senda larga, técnica con un poco de todo y un final pedregoso que nos devuelve al punto en el que no hacía mucho había deseado morir 20 veces...


Emprendemos la bajada no sin antes dejarnos refrescar por la fría agua de las fuentes de la Alhóndiga y el Enebro, que a fin de cuentas para eso estábamos allí.


La bajada por asfalto, peligrosa por las zonas de gravilla suelta y por los coches, pero ha sido pillar el llano y volábamos.

En definitiva una ruta dura, que me deja un regusto agridulce por mis malas sensaciones sobre la bici, pero con el disfrute de ver de nuevo unos paisajes asombrosos y de saber que al menos allá arriba quedan lugares donde el silencio, la calma y la quietud existen.


Al final que una ruta de 39,82 km con un desnivel acumulado de 1030 metros con un IBP de 79 y una cota máxima de 1003 metros.
Una ruta recomendable, por la dureza y belleza de la zona.

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Tenéis el track aquí, como siempre.

Fuentes del Enebro, la Alhóndiga y pico Hierbas de Xiva

Qué decir de una ruta que me ha exprimido hasta la saciedad.
Ha sido una ruta dura, sobretodo al principio, demasiado asfalto para mi gusto, pero que al finalizar la jornada te deja una sonrisa dibujada en la cara y el pensamiento irremediable de que hay que volver.
La idea de hacer esta ruta surge de hace mucho tiempo, tanto como que el asfalto que hemos pisado hoy era un terreno pedregoso antaño, recordaba la fuente del Enebro con cariño ya que fue una de las últimas rutas que hice con la peña de montaña de Ribarroja, por aquel entonces nos quedamos en la fuente, otros valientes subieron hasta el Cuco.

La idea era hacer la ruta que hemos hecho y volver por el Cuco y la Nevera, pero la falta de tiempo y sobretodo de piernas del 50% del grupo, o sea yo, nos han hecho desistir y volver por el mismo sitio y así visitar las fuentes que nos habíamos dejado en la subida.
Dejamos los coches y emprendemos el camino que nos lleva al Enebro, yo lo recordaba de otra manera, por aquel entonces era un terreno pedregoso que se te agarraba a la rueda pero de dejaba ciclar con calma. Hoy la sensación era de ir por otro sitio que la otra vez, la sensación era de estar perdido, estaba esperando en todo momento ahora dejamos el asfalto y en breve comenzamos el trozo de tierra, pero nada, algunos flashes me levaban a la primera vez que subí, como la casa que da entrada a la fuente del Enebro pero andaba despistado, despistado y medio arrastrándome, ya en las primeras cuestas me he dado cuenta que el motor no tiraba, la alergia al asfalto se estaba traduciendo en un rodar pesado y en un no encontrar para nada una cadencia que me ayudase, pronto le he dicho a Nacho que tirase hacia arriba, me sabía mal frenar su ritmo, las piernas me pesaban, la cabeza gacha, y sin platos ni piños que gastar, seguía la estela lejana que me dejaba el otro 50% cuya silueta se dibujaba en la lontananza.















Pasando el desvío que indicaba la cercana presencia de la Alhóndiga, empieza la parte más dura de la ruta con un giro de esos de más de 90 grados a la derecha que te hacen plantearte los diferentes y locos motivos que te llevan a practicar este deporte...

Mis malas sensaciones se refrendan en forma de pinchazo en la espalda, esta claro que estoy tirando de todo lo que tengo, ya no son las piernas las que tiran, tira la espalda y eso sólo puede decir una cosa, déjalo, pero para qué dejarlo, pudiendo sufrir un poco más, Nace espera paciente en el desvío del track al que llego no se como y me tumbo en el dulce manto del asfalto, no siento, no oigo, solo quiero recuperar fuerzas. Medio plátano compartido hace que recupera las fuerzas y seguimos hacia arriba hasta legar a la falte de Oratillos, donde estuvimos al principio de la primavera, las piernas han recuperado algo su tono y la cabeza también, seguimos ahora ya por fin por terreno montañoso y es como si el retomar el contacto con piedras y tierra renovara las fuerzas, emprendemos la pequeña subida que resta hacia uno de los balcones más espectaculares que nos ofrece la naturaleza, pasamos por las hoces del Turia, donde nos sentamos en los bancos que hay, sólo disfrutar el paisaje que tenemos ante nosotros vale la pena.

Una vez arriba nos dejamos abrazar por los rayos del sol, ¿he dicho que he sufrido hoy? ya no, ya me he olvidado, es ahora al juntarnos con otro esforzado ciclista que nos cuenta que la subida fue asfaltada hace unos años, nos empieza a señalar picos, el Penyagolosa al fondo, sierra Martés ahí detrás....

es lo que tiene estar en el 1000 más cercano a Valencia, estoy convencido que si fuera por la bruma que cubre el litoral, hasta Les Columbretes se verían.


Emprendemos bajada por una senda que nos señala Garminito, senda larga, técnica con un poco de todo y un final pedregoso que nos devuelve al punto en el que no hacía mucho había deseado morir 20 veces...


Emprendemos la bajada no sin antes dejarnos refrescar por la fría agua de las fuentes de la Alhóndiga y el Enebro, que a fin de cuentas para eso estábamos allí.


La bajada por asfalto, peligrosa por las zonas de gravilla suelta y por los coches, pero ha sido pillar el llano y volábamos.

En definitiva una ruta dura, que me deja un regusto agridulce por mis malas sensaciones sobre la bici, pero con el disfrute de ver de nuevo unos paisajes asombrosos y de saber que al menos allá arriba quedan lugares donde el silencio, la calma y la quietud existen.


Al final que una ruta de 39,82 km con un desnivel acumulado de 1030 metros con un IBP de 79 y una cota máxima de 1003 metros.
Una ruta recomendable, por la dureza y belleza de la zona.
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Fuentes del Enebro, la Alhóndiga y pico Hierbas de Xiva

Qué decir de una ruta que me ha exprimido hasta la saciedad.
Ha sido una ruta dura, sobretodo al principio, demasiado asfalto para mi gusto, pero que al finalizar la jornada te deja una sonrisa dibujada en la cara y el pensamiento irremediable de que hay que volver.
La idea de hacer esta ruta surge de hace mucho tiempo, tanto como que el asfalto que hemos pisado hoy era un terreno pedregoso antaño, recordaba la fuente del Enebro con cariño ya que fue una de las últimas rutas que hice con la peña de montaña de Ribarroja, por aquel entonces nos quedamos en la fuente, otros valientes subieron hasta el Cuco.

La idea era hacer la ruta que hemos hecho y volver por el Cuco y la Nevera, pero la falta de tiempo y sobretodo de piernas del 50% del grupo, o sea yo, nos han hecho desistir y volver por el mismo sitio y así visitar las fuentes que nos habíamos dejado en la subida.
Dejamos los coches y emprendemos el camino que nos lleva al Enebro, yo lo recordaba de otra manera, por aquel entonces era un terreno pedregoso que se te agarraba a la rueda pero de dejaba ciclar con calma. Hoy la sensación era de ir por otro sitio que la otra vez, la sensación era de estar perdido, estaba esperando en todo momento ahora dejamos el asfalto y en breve comenzamos el trozo de tierra, pero nada, algunos flashes me levaban a la primera vez que subí, como la casa que da entrada a la fuente del Enebro pero andaba despistado, despistado y medio arrastrándome, ya en las primeras cuestas me he dado cuenta que el motor no tiraba, la alergia al asfalto se estaba traduciendo en un rodar pesado y en un no encontrar para nada una cadencia que me ayudase, pronto le he dicho a Nacho que tirase hacia arriba, me sabía mal frenar su ritmo, las piernas me pesaban, la cabeza gacha, y sin platos ni piños que gastar, seguía la estela lejana que me dejaba el otro 50% cuya silueta se dibujaba en la lontananza.















Pasando el desvío que indicaba la cercana presencia de la Alhóndiga, empieza la parte más dura de la ruta con un giro de esos de más de 90 grados a la derecha que te hacen plantearte los diferentes y locos motivos que te llevan a practicar este deporte...

Mis malas sensaciones se refrendan en forma de pinchazo en la espalda, esta claro que estoy tirando de todo lo que tengo, ya no son las piernas las que tiran, tira la espalda y eso sólo puede decir una cosa, déjalo, pero para qué dejarlo, pudiendo sufrir un poco más, Nace espera paciente en el desvío del track al que llego no se como y me tumbo en el dulce manto del asfalto, no siento, no oigo, solo quiero recuperar fuerzas. Medio plátano compartido hace que recupera las fuerzas y seguimos hacia arriba hasta legar a la falte de Oratillos, donde estuvimos al principio de la primavera, las piernas han recuperado algo su tono y la cabeza también, seguimos ahora ya por fin por terreno montañoso y es como si el retomar el contacto con piedras y tierra renovara las fuerzas, emprendemos la pequeña subida que resta hacia uno de los balcones más espectaculares que nos ofrece la naturaleza, pasamos por las hoces del Turia, donde nos sentamos en los bancos que hay, sólo disfrutar el paisaje que tenemos ante nosotros vale la pena.

Una vez arriba nos dejamos abrazar por los rayos del sol, ¿he dicho que he sufrido hoy? ya no, ya me he olvidado, es ahora al juntarnos con otro esforzado ciclista que nos cuenta que la subida fue asfaltada hace unos años, nos empieza a señalar picos, el Penyagolosa al fondo, sierra Martés ahí detrás....

es lo que tiene estar en el 1000 más cercano a Valencia, estoy convencido que si fuera por la bruma que cubre el litoral, hasta Les Columbretes se verían.


Emprendemos bajada por una senda que nos señala Garminito, senda larga, técnica con un poco de todo y un final pedregoso que nos devuelve al punto en el que no hacía mucho había deseado morir 20 veces...


Emprendemos la bajada no sin antes dejarnos refrescar por la fría agua de las fuentes de la Alhóndiga y el Enebro, que a fin de cuentas para eso estábamos allí.


La bajada por asfalto, peligrosa por las zonas de gravilla suelta y por los coches, pero ha sido pillar el llano y volábamos.

En definitiva una ruta dura, que me deja un regusto agridulce por mis malas sensaciones sobre la bici, pero con el disfrute de ver de nuevo unos paisajes asombrosos y de saber que al menos allá arriba quedan lugares donde el silencio, la calma y la quietud existen.


Al final que una ruta de 39,82 km con un desnivel acumulado de 1030 metros con un IBP de 79 y una cota máxima de 1003 metros.
Una ruta recomendable, por la dureza y belleza de la zona

domingo, 11 de septiembre de 2016

De Ribarroja a Calicanto

Ruta rodadora que ha transcurrido entre huerta, la Rodana y más asfalto del que solemos tocar.
Hoy tocaba empezar a recuperar el tono que hemos perdido en el parón veraniego y qué mejor manera que hacer una ruta larga y con alguna dificultad montañosa de por medio.
Partimos pronto para evitar ese sofocante calor tardío que parece que no está muy dispuesto a marchar sin dejar de dar sus últimos coletazos antes de tener que coger de nuevo las mallas larga y dejar aparcados los culotes estivales.

Quedamos en el puente de ribarroja, para acercarnos desde allí a la Rodana por la carretera que circula paralela al camino del río hasta llegar al motor de riego.
Vamos bordeando la montaña y cogemos el camí de Xest y nos dirigimos hacia el pouet tapat por el que antes era un camino muy divertido y hoy parece una autopista, en fin, el "progreso" parece que obliga a poner asfalto en lugares que no son tan necesarios...
Bajamos rápidamente lo subido y nos vamos encaminando hacia el polígono de Loriguilla que nos permitirá atravesar la A3 por debajo.
Una vez atravesada la autovía empezamos a ver con más claridad hacia donde debemos llegar...

  Rodamos por caminos entre naranjos hasta alcanzar Calicanto, empezamos a subir por carretera (cuidado con los coches) hasta coger el desvío que nos dirige por camino de piedra hasta la cima de la sierra Perenchiza donde se encuentran las antenas,

Una vez recuperado el resuello y con una barrida entre pecho y espalda emprendemos una bajada bastante técnica con piedras sueltas y algún que otro escalón.Es una bajada técnica que cada uno debe hacer dentro de sus posibilidades, cuidado ya que como he comentado está llena de piedra suelta y alguna subida que te hace meter el platito para poder superarla.

 La vista desde la cima en un día claro, nos permite ver a nuestra izquierda la Calderona, en frente, Valencia con el mar como horizonte, un poco más cerca El Vedat y allá a nuestra derecha L'Albufera.
Volvemos cambiando ligeramente el recorrido pasando por el polideportivo de Loriguilla y volviendo a subir de nuevo al pouet tapat y volver a coger el camí de Xest para dirigirnos de nuevo a nuestro punto de partida.
Finalmente hemos hecho lo que queríamos, coger fondo y poco a poco volver a un estado que nos permita disfrutar mucho más aún del deporte que nos gusta, la ruta no es especialmente divertida salvo algunos tramos que pondrán a prueba nuestra pericia sobre la bicicleta, pero cumple con su cometido de llevarnos a sitios y mostrarnos paisajes que de otro modo no podríamos disfrutar.
Una ruta de 51,558 km con un IBP de 44, un desnivel acumulado de 640 metros y una cota máxima de 325 metros de altura.
Track aquí
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domingo, 5 de junio de 2016

Los molinos de Buñol

"En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vio  dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra".
A mi memoria acudía la novela de Don Quijote de la Mancha cuando ya cerca de las 10:30 de la mañana coronábamos el objetivo de la salida de hoy, pero no adelantemos acontecimientos, empecemos por el principio.
Era una mañana fría para la época del año en la que nos encontramos, pero bueno, no hay nada que algo de ropa de abrigo (olvidad en la percha) no solucione.
Pues en esas estábamos en frente de la estación de tren de Xiva cuando al subir sobre nuestras monturas a empezado a llover.
Ha sido un agüilla constante, que casi no notábamos debido a que desde el primer metro de la salida de hoy hemos empezado un ascenso continuo por las calles de Xiva, al dejar algunas fábricas hemos entrado en nuestro querido terreno pedregoso y polvoriento (hoy no gracias al agua).
El terreno no paraba de subir y mientras subíamos las nubes aguantaban impacientes a descargar sobre nosotros una carga que no queríamos, por mucho que haga falta por estos lares de la península.
Lo cierto es que cuando llevábamos algunos kilómetros y no parábamos de subir nos ha entrado la zozobra ya que al ser una ruta nueva para nosotros no veíamos nada conocido y no sabíamos a dónde nos dirigirían nuestras pedaladas.
En una de estas y tras algún tramo que nos ha hecho agachar la cabeza y apretar los dientes con fuerza he visto a nuestra izquierda un monte que he reconocido por su forma característica: El Motrotón, por el que he pasado alguna que otra vez con Ballesta. Allá a lo lejos se vislumbraban las montañas de Macastre que más de una vez he tenido el placer de subir.

Ya con ánimos renovados y viendo nuestro objetivo al fondo, nos hemos sentido un poco más tranquilos, ya empezábamos a reconocer los puntos que teníamos delante: a nuestra izquierda los molinos con su lento girar, a nuestra derecha la silueta del pico de las hiervas. Ya situados, hemos continuado el ascenso.

El camino ancho, limpio de piedras en su mayoría y sin pendientes excesivas, ahora, sí, hay que pedalear con ganas para ir superándolo.
Rondando los 15 kilómetros hemos preguntado a un grupo de bikers con los que nos hemos cruzado ya que el track que teníamos no llegaba has ta los molinos, tras indicarnos nos hemos desviado ligeramente del camino marcado por el track y nos hemos dirigido hacia la primera bajada a la que nos enfrentaremos hoy, bajada rápida, veloz, vertiginosa, estupenda, aunque no la acabas de disfrutar del todo ya que sabes que en breve lo bajado lo has de volver a subir...
Al final hemos llegado a los molinos y nos hemos dejado llevar por el espíritu quijotesco y aunque no hallamos podido cabalgar sobre los molinos, hemos inmortalizado con alguna que otra foto el momento.

La sensación de insignificancia que te deja estar bajo las aspas de esos molinos es indescriptible, al igual que el sonido que desprenden a cada vuelta que dan.

Bueno, toca subir lo bajado, y curiosamente es ahora cuando nos enfrentamos a la zona más dura de la jornada, lo que antes era velocidad ahora se convierte en esfuerzo, lo que antes pasaba desapercibido ahora lo adviertes con todos sus carices.
Llegamos al desvío que nos ha llevado hasta los molinos y sin solución de continuidad continuamos el ascenso hasta llegar a la loma del cuco, lugar que disfrutamos hace bien poco en esta ruta, pero hoy lo visitamos en sentido inverso, tomamos el camino hacia la derecha y pasamos por la nevera echando una mirada de reojo con respeto por los esfuerzos que siempre supone el llegar hasta allí.
esta vez emprenderemos el camino de vuelta por la bajada que una vez fue subida, por la bajada que hizo que desde aquella vez mirará con recelo la sierra de Xiva por el sufrimiento que me supuso conseguir doblegar cada una de sus curvas y contra curvas, pero hoy tocaba disfrutarla, no sufrirla, emprendemos un descenso vertiginoso y no carente de peligro en algunas revueltas en las que la velocidad se apodera de tu cuerpo y no llegas a controlar cuando debes de frenar y alcanzamos sin más percances la fuente Umbría, lo de fuente por decir algo, es una pena que ya no mane agua de esas fuentes, ya me dió un aviso la última visita a la Calderona cuando no pudimos ni mojarnos los labios en la font del Poll, hoy en Xiva veo que la falta de agua también afecta a los manantiales, esperemos tiempos mejores en los que no sólo los anfibios disfruten del líquido elemento.

Pasamos fuente Umbría y bajamos por la cuesta del cura, recordando lo complicado que se hace subirla, el resto que nos queda lo hacemos casi todo por asfalto hasta llegar de nuevo al coche.
El sol nos acaricia los brazos con sus cálidos rayos, ya no queda rastro de la lluvia que nos refrescaba a primera hora de la mañana, otra salida más y otra vez volvemos a casa cansados pero con una sonrisa de complicidad en el rostro.
IBP 85, con 1135 metros de ascenso acumulado, una pendiente media de casi el 6%, hemos dejado la cota en 977 metros y la sensación de plenitud que te deja el haber hecho los deberes.
Ruta aquí.
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lunes, 16 de mayo de 2016

Altura-Gàtova-Olivera Morruda-Altura

Segunda ruta por la Calderona, aunque la anterior no la comenté ya que era una ruta que transcurría por la subida a Revalsadors por la Cartuja de Portaceli, una vez arriba, visitamos el punto geodésico, la nevera y el mirador, para bajar de nuevo al parking, es una ruta preciosa pero que ya había hecho alguna que otra vez.
Dejo alguna foto para disfrute y empiezo a describir la ruta espectacular de hoy.

No sabíamos qué ruta hacer esta semana, lo que queríamos era visitar la Olivera Morruda y hacer un pequeña reverencia a ese ser vivo que lleva entre nosotros más de 1500 años.
Nos decantamos por la ruta del centro de btt de la comunitat valenciana, y elegimos la ruta 5 del Alto Palancia, marcada como difícil, en el enlace se puede ver de forma más detallada y con mayor cantidad de datos la descripción de la ruta (aunque no con tanto sentimiento).
Por ella nos decidimos, no es difícil por el recorrido, es mas bien dura por la distancia que recorre y por el tipo de terreno, pero dejemos eso para más adelante...
La ruta comienza en el centro bit situado en el camping de Altura, lugar perfecto para empezar y acabar una ruta ya que posee restaurante y baños.
Nada más comenzar y antes de coger la vía verde de Ojos Negros, 200 metros de ascenso a un 20% para que las piernas entren en calor.
 Ya en la vía verde, disfrutamos de un dulce pedaleo que nos dirige hacia un pequeño tramo de asfalto que empieza a ir inclinando su pendiente, si bien no de manera exagerada, va dejando un poso para las piernas que ya nos pasará cuentas al final de la ruta.
Pasamos por zonas de merenderos y una zona de un pequeño stop del agua adornada por un puente que no me puedo resistir a dejar inmortalizada y con la promesa de volver con los peques para probar sus dulces y a buen seguro frías aguas.

Tras la foto continuamos por carretera hasta girar a la izquierda y emprender por fin pedaleo por nuestro firme preferido, todo el rato es constante la subida, aunque no llegamos a pendientes muy exageradas si que mantiene un punto de esfuerzo continuo que te mantiene alerta en todo momento.
Seguimos subiendo atravesando la Calderona de Castellón a Valencia, de Altura a Gátova, en continuos sube y bajas con algún que otro más sube que baja, justo en un punto de mayor pendiente nos encontramos con una invitada que llamada por el sol que después de una semana de agua asoma de nuevo, no podemos más que bajar de nuestras monturas y hacer fotos sin molestar en exceso a nuestra bella y a la vez temida (sobretodo por mí) compañera, se trata de una culebra de escalera, típica de estos parajes de aproximadamente 1 metro (aunque a mí me parece que debe medir cerca de 20) que no se inmuta ante nuestra presencia y posa para nosotros con total naturalidad.















Continuamos pedaleando hacia Gàtova y nos encontramos en ruta conocida ya por nosotros en una anterior incursión por la Calderona, donde alcanzaremos nuestra máxima cota del día a partir de ahí un rápido y divertido descenso hasta alcanzar Gàtova y dejarnos refrescar por su fuente y su "bocadill de lom y ques"como diría Nach...
Con el estómago lleno emprendemos camino y de nuevo una subida por asfalta un trozo hasta llegar a lo que queda de un pequeño torreón de vigilancia que nos obsequia con unas vistas espectaculares del enclave en el que nos encontramos.

Al fondo vemos el famoso y duro pico del águila el cual vamos rodeando durante toda la ruta.

Emprendemos un técnico y duro descenso de piedra suelta por el que nos cruzamos con algunos atrevidos que sufren de lo lindo para subir, el descenso nos lleva a un cruce de caminos en el que si tiramos a la derecha subiremos hacia el Tristany, pero esta vez no, hoy vamos por una trepidante bajada que nos deja en un valle de huerta, con un edificio a la izquierda (Mas de Ferrer) y la piedra angular de la ruta de hoy alzándose majestuosa sobre los demás olivos: la Olivera Morruda.
Emprendemos un rápido pedaleo por asfalto para llegar a ella, la tocamos, la abrazamos y casi podemos sentir como nos envuelve la calma del lugar, pero tenemos que abandonar su abrigo, y con una última mirada y con la sensación de pequeñez que te da el encontrarte enfrente de un ser vivo que ha vivido tanto y que si no intervenimos le queda por vivir, continuamos nuestro pedaleo.

Nach pedalea, yo casi repto, el famoso tío del mazo me ha venido a visitar y aún quedan dos tachuelas y veintitantos kilómetros, las piernas no me siguen y eso hace que no vea más allá de la siguiente piedra, cada pequeña subida me exige lo máximo, cada bajada la recibo con un suspiro, Nach, paciente, me espera en cada curva.
Llegamos a un punto inesperado y a la vez precioso como es la laguna de buitrera, una zona que en su inicio fue artificial pero que hoy alberga una gran cantidad de aves y peces que llenan de vida sus transparentes aguas.

Continuamos ya acercándonos a la población y antes de coger de nuevo la vía verde pasamos por una plantación de olivos ornamentales que en otras condiciones hubiese disfrutado más, pero voy como los burros con orejeras, no veo más allá de la rueda delantera, necesito azúcar y la consigo gracias a los nísperos que tomamos prestados de un árbol, ese extra me ayuda a cubrir los pocos kilómetros que restan para llegar de nuevo al camping y bajar lo subido al inicio de la salida.
No quiero olvidarme de citar la que en su día debió se algo arquitectónicamente colosal como es la Cartuja del Vall de Crist, en la que nos paramos para admirar a través de sus rejas las maravillas que le quedan por enseñar.
Resumiendo, ruta espectacular por su variedad de paisajes, su belleza y porqué no, por ese punto de dureza que le da un encanto definitivo.
Mi primera incursión en la tierra que me vio nacer y a buen seguro que no será la última.
Ruta de 53,62 km, con un IBP de 129 y 1542 metros de ascenso acumulado.
Ruta dura pero preciosa.
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